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domingo, 30 de marzo de 2014

Hay 800.000 razones para creer que el cruceño nace donde quiere

Yo vi crecer Santa Cruz -dice Daniel Rivera-, vine el año en que pusieron la primera loseta en la plaza. Siempre me gustó el oriente, pero cuando llegué me salió sarna por los bichos y el calor. De tanto rascar me volví cuerudo y ahora, cuando regreso a La Paz, comienzo a sufrir, me afecta la altura, me quiero volver rápido.
Yo soy más integracionista -se describe Marcos Tordoya-. Mi mujer es beniana, mi hija mayor nació en Beni, el del medio en Santa Cruz y el menor en Cochabamba. Todos respetamos nuestras tradiciones. Yo me he acomodado a las costumbres benianas y cruceñas y mis hijos y mi mujer a las cochabambinas.
“Llegué a Yapacaní cuando tenía dos años, a mi padre le dieron un chaco en la Faja Norte. Era la época de Barrientos y ayudaban a los productores, les daban alimentos, herramientas y semillas. El Ejército hacía control rutinario, porque todavía salían bárbaros, indígenas, con arco y flecha”, recuerda Demetrio Pérez, que hoy es un próspero agricultor y preside la Asociación Nacional de Productores de Oleaginosas y Trigo. Rivera, que ya tiene 70 años, se jubiló como funcionario público tras 41 años de servicio y Marcos Tordoya es funcionario del Consejo de la Magistratura. Son tres historias, podrían ser 800.000. Santa Cruz es el departamento más cosmopolita del país. En sus más de 350.000 kilómetros cuadrados viven, según el último censo, más de 750.000 personas nacidas en otros departamentos y 52.000 extranjeros, todos cruceños por elección.

No pasés de largo
Si se les pregunta de dónde vienen, los datos del INE comienzan a flaquear. Rivera, que es presidente de los residentes paceños, asegura que 500.000 chucutas habitan tierras grigotanas. Marcos Tordoya cree que hay 200.000 cochabambinos, y si se le pregunta a Ángel Arancibia, un sucrense que hace 30 años vino de vacaciones y nunca más se volvió a ir, solo en la capital hay unos 400.000 chuquisaqueños. Las cifras difieren, pero hay un común denominador entre ellos: Santa Cruz es una tierra de oportunidades. “A esta tierra la quiero y la amo porque lo que no pude tener en mi tierra lo tengo acá. El oriente irradia emprendimiento”, dice Arancibia, pequeño empresario de la confección.
Uno de sus colegas de rubro, Emilio Llampa, engendró un símbolo. Nacido en Toledo (Oruro), había probado suerte en Cochabamba junto a su mujer, Elisa Llusco. Cuando llegó a Santa Cruz, a principios de 1997, alquiló un cuarto en el Plan 3.000 y Elisa quedó embarazada. El 19 de marzo de 1998 llegó Juan Emilio, luego de un largo trabajo de parto. El niño nació en el momento exacto, a las 6:03 de la mañana, justo para ser el bebé millón de Santa Cruz. Lo llamaron Juan Emilio Llampa Llusco, el símbolo de un departamento crisol de identidades. Ahora, Emilio y Elisa tienen una casa en el barrio Piedad y confeccionan calzas que venden en la feria Barrio Lindo.

El territorio virgen
Elisa Saldías ya había venido varias veces a trabajar a Santa Cruz antes de decidirse por dejar definitivamente La Paz. Como socióloga, encontró un territorio virgen para investigar y proyectar Santa Cruz, aunque al principio creyó que el calor la derretiría tanto que no lograría escribir ni una carta. Saldías no solo escribió, sino que fundó la carrera de Sociología de Gabriel René Moreno y ahora dirige el Instituto de Investigación de la Facultad de Humanidades.
“La migración le dio a Santa Cruz una riqueza cultural. La identidad cruceña se fortalece al ver la diferencia. Luego, el intercambio de experiencias, de pericias, ha dado como resultado un proceso de construcción colectiva del desarrollo”, explica Saldías.
Y, con 2.655.084 habitantes, Santa Cruz sigue siendo un territorio virgen, una tierra de oportunidades para los que recién llegan. Así lo ve Francisco Micó, un chef nacido en Islas Canarias que cambió Valencia por Santa Cruz, que cree que aún hay mucho, casi todo, por hacer en el campo gastronómico.
“Santa Cruz no es mejor ni peor que España, solo es diferente. Santa Cruz tiene mucha calidad de vida. En Europa, tal vez de una manera equivocada, buscamos solo tener más y llegar a ser más importante y descuidamos la amistad y la familia. Aquí a eso se le tiene más cuidado”, dice el único hombre vestido de negro en la cocina humeante de Tatapi, donde da clases desde hace unos tres meses.
Francisco, como Marcos, Elisa, Emilio, Demetrio, Daniel y Ángel, no piensa en irse. Ya puso los cimientos de L’atina, una empresa de asesoramiento gastronómico y servicio de chef a domicilio que apuesta a mostrar versiones creativas de platos tradicionales cruceños. Quizá, en pocas décadas, sus creaciones con ocoró y guapurú también sean consideradas comidas tradicionales cruceñas

El censo muestra un país que se mueve, se mezcla y se renueva
De los 10.027.254 contados en el Censo de Población y Vivienda de 2012, más del 25% no vive en el lugar donde nació. Hay 2.535.179 bolivianos que han cambiado de lugar de residencia, que han ido de un departamento a otro y Santa Cruz, Cochabamba y La Paz son los polos de atracción. Están empatados La Paz y Cochabamba, ya que 496.000 personas que viven en su jurisdicción sin haber venido el mundo allí. En el caso de Santa Cruz esa cifra se eleva hasta los 725.000, lo que equivale a un 28% de su población total.
Beni tiene un porcentaje similar de migrantes nacionales en su territorio y ya suman 125.433 benianos nacidos en otra cuna. Donde la migración ya le ganó a los nativos en Pando. El departamento que duplicó su población entre los censos de 2001 y 2012 se ha llenado de foráneos. Solo el 49,15% de los que viven en el departamento amazónico nació allí. Un 48, 95% llegó desde otro punto del país y casi un 2% es extranjero.
En el apartado de residentes de otros países, Santa Cruz también lleva la delantera.
Hay 54.000 foráneos, casi la mitad de los que viven en todo el país, tal vez por el auge de las universidades privadas. Eso también explica por qué hay más extranjero en Cochabamba que en La Paz (22.000 contra 19.000), ya que hay una gran colectividad de estudiantes brasileños que han elegido a la Llajta como su lugar para profesionalizarse. Potosí, con casi 10.000 extranjeros, ocupa el cuarto puesto.

La política exacerba el racismo y el regionalismo en la tierra hospitalaria
La visión es idílica, de agradecimiento. “A mí nunca me han tratado mal. ‘Hola, collita querido’, me decían, con cariño y con respeto”, asegura el paceño Daniel Rivera, presidente del Centro de Residentes Paceños.
No recuerda lo mismo Demetrio Pérez, migrante potosino y presidente de Anapo. “Cuando era niño recuerdo que había gente que decía que matar colla era hacer patria”, señala.
Cree que esa tendencia ha ido desapareciendo con el tiempo y recuerda que la mitad de la tierra productiva de este departamento está en manos de pequeños productores, en su mayoría migrantes. “Ellos son los que producen más hortalizas, los que paran la olla diaria”, explica.
Para el cochabambino Marcos Tordoya, el regionalismo y el racismo se sienten más cuando la situación política se agrava. Lo dice con conocimiento de causa, porque después considera que el cruceño es abierto, que disfruta de las expresiones culturales de otros departamentos, que aplaude la música cochabambina y se ha acostumbrado a comer sus platillos. “Pero cuando aparece la política, aparece el racismo. Eso siempre ha ocurrido”, lamenta.

Vistazos

Miradas querendonas que colorean Santa Cruz
Los migrantes se han apropiado de las costumbres cruceñas y han impuesto las suyas. La patasca convive con el fricasé y los chorizos chuquisaqueños. Pero también se han convertido en un bastión de desarrollo, trabajando la tierra y creando empresas a la par de los otros cruceños, los nativos.

El festejo negado ahora es tradicional
Cuando los residentes paceños quisieron terminar su desfile de teas en una capilla céntrica, un cura español les cerró las puertas diciéndoles que la Virgen del Carmen no era cruceña. Ahora los paceños no solo desfilan, sino que bailan en su entrada ya tradicional.

Los punateños, dueños de surtidores
De los cochabambinos, una de las identidades más fuertes es la punateña y no solo por la chicha y el chicharrón. Acá más de la mitad de los surtidores de combustible que no son propiedad de ‘cambas’, están en manos de los punateños, así lo asegura Marcos Tordoya, dirigente de los residentes llajtamasis.

Capos para producir, pero flojos para lo social
No lo dice como crítica, sino como seña de identidad. Para la socióloga Elisa Saldías, la sociedad cruceña es más práctica. Es capísima para planificar y desarrollar actividades empresariales, pero no se fija mucho en el ámbito social y la asume con asistencia social, no con desarrollo.

Los desarrolladores de la hotelería
Daniel Rivera recuerda que la mayor parte de la hotelería cruceña fue desarrollada por empresarios paceños. Los principales hoteles de cinco estrellas nacieron con emprendimientos de empresarios llegados de La Paz. Ahora hay paceños en la soya, en la caña y en la industria, además del comercio.

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